Sector editorial

El 14 de noviembre de 2014 Mariana Eguaras hizo una entrada mucho más que interesante Propuesta de estructura para tramas literarias que suscitó el interés de varios seguidores suyos, entre los cuales me encontraba yo.

Esa entrada la quiero traer a mi blog, no tanto por mi respuesta, sino por la réplica muy buena de Nestor Bélda poseedor de un blog que para los que queremos escribir se debe convertir en referencia de ampliación de conocimientos, siempre inagotables.

No traer los comentarios de otros participantes no es menosprecio. De hecho he dejado enlazado el hilo del post para que los que deseen leerlo entero puedan hacerlo con facilidad. Agradezco desde aquí a todos, a Mariana Eguaras su labor y a todos su participación sincera en que todos sepamos escribir y leer mejor.

Mi aportación a Propuesta de estructura para tramas literarias

Hola a todos, especialmente a Mariana y a Ana, la primera por la interesante entrada y la segunda por su aportación súper interesante.

Inspiracion inmadurezComo Ana, yo fui de “los segundos”, y también he terminado siendo de los que escriben sobre “plano”. Es cierto, son dos estilos de escribir, pero desde la experiencia de ambos (estilos), sin ánimo de ofender, el de dejarse llevar por la inspiración tiene cierta dosis de inmadurez literaria, es el inicio de casi todo escritor, pero porque todavía no se han estructurado mentalmente las técnicas de escribir y dejamos que salgan a borbotones las ideas… Esto nos lleva a que terminan quedando en dique seco muchas de las historias porque somos incapaces de cerrarlas, o porque nos hemos metido en un nudo sin desenlace… ¡Aunque haya excepciones! Cuando se tiene una buena idea en la cabeza, lo mejor es pasarla al papel. Escribir en breve la idea, sin que ocupe más de dos A-4, una especie de guión con lo fundamental.

Como Ana dice, la planificación de una novela no está exenta de disfrutar con la creación, porque -al meno en mi caso- cuando escribo el guión de la novela, apenas marca el eje de la historia (como he dicho antes), por ejemplo con los personajes principales, pero que surgirán otros como apoyo a la acción que irán surgiendo inevitablemente, porque la historia también te sorprenderá a ti como autor con nuevas acciones de tus personajes, o porque las circunstancias son diferentes (era de día pero al final es de noche… o hacía sol, pero prefieres que llueva para acentuar la situación melancólica de lo que cuentas…).

Hay un asunto que no habéis tocado: los bloqueos. Esos momentos de parón en que la historia hace, pum… Y eres incapaz de seguir porque no sabes cómo resolver o encajar un diálogo crucial sin parecer ñoño, pedante, agresivo, etc. Los bloqueos solo se desbloquean escribiendo, sin obsesiones, pero escribiendo. Me explico: si la novela la tienes planificada, o “guionada”,a lo mejor esa parte puede saltarse momentáneamente y seguir con otra parte posterior que no interfiere con lo anterior. Otra cosa diferente puede ser lo contrario, que sea la inspiración la que nos empuje a seguir… Y yo seguiría. Ya vendrán las correcciones posteriores y te darás a la poda… Y luego una solución clásica: llevar en el bolsillo una libreta, o al menos un bolígrafo, porque en cualquier momento se aparecerá ante ti la “luz” y verás con claridad meridiana la solución que vuelve a prender la mecha de la historia hasta el final. Mi experiencia es que muchas buenas ideas que he tenido, por no apuntarlas, cuando llego frente al teclado digo “¿Cómo era aquello…?” y no recordar nada, porque las musas pasan y si no las haces caso, pasan de verdad…

Y por último otra cosa más que no hemos comentado: el descanso en el cajón. Toda obra debe reposar un tiempo, y luego ser leída otra vez. Es un ejercicio de higiene literaria necesario, además te descubrirás como escritor en muchas ocasiones y en otras te sonrojarás de lo que escribiste… ¡Al menos a mí me pasa!

Desentrañar la historia que llevas dentro es muy bonito y apasionante… Pero corremos el peligro de algo terrible: la perdida de la objetividad. Además de escribir también soy editor, y puedo decir con rotundidad que muy pocos autores se dejan llevar por la visión objetiva del editor. Una visión que además de conocer mejor que el autor el mercado (al menos el público que sigue a su sello editorial que es a quien se va a dirigir) es capaz de leer su obra con conocimiento de causa, promediando con otras muchas obras diferentes a la suya (del autor), y sobre todo porque los consejos que pueda dar son a su favor, pues se va a jugar los cuartos y tendrá que recuperarlos. ¡Si los consejos no fuesen buenos, sería tirarse piedras contra su propio tejado!

Bueno, como Ana me disculpo yo también por la longitud, pero esto pasa por contar en los blog con escritores 😉

Un cordial saludo.

Respuesta de Nestor Belda

Hola, Mariana.

Como bien dices, este tema da para mucho.

Hay un aspecto muy importante a tener en cuenta. La estructura tradicional planteamiento-nudo-desenlace (P-N-D), como muy bien indica Ana Bolox, es argumental. Es decir, sigue el orden cronológico de la historia. Sin embargo, la trama puede alterar ese orden y tener una estructura narrativa no argumental o anacrónica, por ejemplo, N-P-D, que sería caso típico de comienzo “in media res”. Sea como sea, los tres “actos” (P, N y D) deben aparecer en la historia, incluso cuando la estrategia narravita sea, justamente, romper con el orden cronológico.

Esto es importante porque hay que distinguir las diferencias entre argumento y trama. La trama puede no ser cronológica, el argumento siempre lo es. Y una curiosidad: El autor parte del argumento para luego disponer esa sucesión de hechos en una trama. En cambio, en el lector el proceso es inverso.

autores y brujulaDel mismo modo, hay que distinguir línea de acción de trama. La línea de acción es la historia que se lee, y la trama es la disposición de los hechos y la integración de los elementos estructurales (espacio, tiempo, personajes…) que el autor realiza. La trama no se lee, se percibe.

Por otra parte, estoy parcialmente de acuerdo con Humberto respecto a que “dejarse llevar por la inspiración tiene cierta dosis de inmadurez literaria”. Es cierto que la falta de conocimientos técnicos de los escritores en ciernes los lleve a no planificar, pero hay autores que tienen una brújula maravillosa. Ahí tenemos a Stendhal. Llevo 40 años escribiendo cuentos, cuyas estructuras domino mentalmente. Ahora me estoy embarcando en una novela. La tengo clarísima en mi mente, sin embargo ya tengo mi “planning” documentado que me permite tener una “vista panorámica”.

Bueno, espero haber aportado algo interesante.

Un beso.

--> El 62,2% de la población se dice lectora

--> El 56% lee por ocio o tiempo libre

--> Las mujeres tienen una tasa de lectura de un 66,5%, frente al 57,6% observado en los hombres

--> Las tasas de lectores son mayores en personas con estudios universitarios

--> El 77,8% son solteros que viven en casa de sus padres   

estudio lectura

El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha publicado la 'Encuesta de hábitos y prácticas culturales en España 2014-2015' el pasado mes de septiembre. Los resultados de la encuesta indican que la lectura es una de las actividades culturales más frecuentes, en términos anuales, con una tasa del 62,2%, junto a escuchar música e ir al cine. La población analizada lee al menos un libro al año, cifra que representa un incremento de 3,5 puntos porcentuales respecto a 2010- 2011. Las tasas de lectura anual ascienden muy significativamente al aumentar el nivel de estudios hasta alcanzar, entre aquellos con formación universitaria, el 91,7% en el último año y el 84,1% en el último trimestre. La encuesta investiga el formato de libro utilizado por los lectores anuales: el 59% de la población total analizada utiliza el soporte papel y el 17,7% soporte digital.

Leer documento completo sobre hábitos y prácticas de lectura Fuente de información MEC

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Cuando los mandamases del Gobierno dicen que ya no estamos en la crisis. Cuando los bancos vuelven a tener beneficios millonarios. Cuando los parados ya son menos pero claramente insuficientes... Es cuando otra vez a todos se nos prenden las velas de la esperanza y volvemos a querer sonreír.

En los últimos siete años -la famosa crisis- los editores, los grandes y los pequeños, hemos hundido nuestro empeño en un lodazal que nos ha dejado exhaustas las fuerzas, las cuentas corrientes en números rojos y la iniciativa que nos caracteriza, a veces osada y otras intrépidas, anulada por miedo al que será. Las crisis, siempre lo he dicho, hacen más bien que mal a medio-largo plazo. Son como las crecidas de los ríos, arrasan, pero limpian, renuevan y modifican el curso reavivando su naturaleza. Las crisis son también eso, economías desbordadas por falta de control y previsión que dejan dolor a su paso pero que terminan colocando a cada uno en su sitio. Una vez que he expuesto mi visión optimista de lo bien que, según mi teoría, nos va a ir a partir de ahora (ironía on), trataré de explicar qué no ha cambiado del sector editorial y por qué no terminará yendo bien a pesar de mi cosmovisión de las bondades de la crisis. Del sector editorial ya hablé hace tiempo, pero hay que insistir.

Para empezar creo que el sector editorial sigue anclado en un modelo estructural de los 60-70 donde no había nada más que los libros como canal para adquirir cultura y que entonces no existía como existe hoy competencia con la aldea global de Internet. Sin embargo todo sigue igual, y el gremio, los editores y lectores se limitan a debatir si libros de papel o ebook. Autores, editores, distribuidores, libreros y lectores. Esta es la cuestión y hoy el libro se mueve en una vía muerta de crecimiento, que cada vez huele más y peor a letrina pública.

El editor está arrastrado por una viciada inercia de décadas. Posiblemente porque a grandes rasgos pensamos que todo el mundo lee lo que le pongan por delante y todavía, a esta altura de la película, no nos hemos dado cuenta de que los lectores cada vez seleccionan más sus lecturas, no solo qué lee, si no cuándo lee y dónde lo hace. Quizá no nos hemos dado cuenta de que los lectores leen mucho y hay mucho a disposición del curioso lector en las redes sociales, los blogs y los pirateos. Y, esto seguro, no sabemos cómo dar valor añadido a lo que ofrecemos industria editorialpara competir contra todo eso. Todavía nos queda un clavo ardiendo al que cogernos: aportar información agrupada, buena y fiable, que ahorrará  mucho tiempo de buscador al lector interesado.

Pero sabemos que esto no es suficiente. Que los editores tenemos que ir a más, mucho más. Por ejemplo la especialización de temas, los autores más señeros y con más repercusión en redes sociales, involucrados definitivamente en la promoción del libro y que apuesten codo con codo en la edición para que ambos salgan ganando. Si olvidamos que estamos en una industria de ideas, pero industria al fin y al cabo, estamos acabados, y a lo mejor eso es lo que nos pasa, que lo olvidamos.

El distribuidor que olvidado de su quehacer no da nada más que una función logística de ir y venir con los libros, y los que se vendan bien y los que no ...¡se siente! Siempre he pensado que un distribuidor debe ser el departamento externo comercial del editor, su brazo largo en el mercado para colocar títulos en los lugares adecuados (no todos los títulos encajan en todas las librerías), recoger información y decirle al editor por dónde van los tiros, por qué no se venden sus novedades y qué es lo que demanda el mercado. Hasta la fecha ningún distribuidor me ha pasado jamás un informe, solo la liquidación de ventas mensuales y las devoluciones de libros que anteriormente dijeron que sí, que estaban vendidos. Si el distribuidor no cambia y no propone nuevas forma de trabajo, más comprometidas, más uña y carne con el editor, será devorado por el mercado como ya sucediera por ejemplo con los distribuidores de alimentación y las grandes superficies. Un distribuidor no es un mero departamento logístico. Eso ya existe y cobran menos que ellos...

La librería es ese punto de venta especializado en la venta de libros del que cada vez quedan menos. Parece de perogrullo explicar esto, pero quedan ya tan pocas librerías que hay que ir dejándolo por escrito para posteriores generaciones y que no sepan qué era. Grandes ciudades como Barcelona y Madrid han visto cerrar librerías de las de toda la vida y a penas quedan libreros independientes que sepan dar aquel servicio (hablo en pasado porque esto ya no existe) a sus clientes con recomendaciones de libros adecuados a su público. No se atreven a la especialización y pretenden seguir viviendo del pelotazo de la novedad, del producto facilón de moda, de historias que explotan los bajos instintos y de poco pensar. Pero sobre todo pretende seguir viviendo (de esto grandes y pequeños) de un sistema que empobrece la correa comercial del libro que se denomina "ventas en depósito". Un sistema cuyo riesgo recae una y otra vez en la inversión del editor y de la que, junto al distribuidor, vive a expensas de él (del editor) sin que ninguno arriesgue nada del capital necesario para que el libro viva.

Creo que el sector editorial es el único que vive, y mal, con este sistema injusto. Solo el lector y el editor apuestan verdaderamente  por el producto editorial, y si esto es así, el editor podría sacar a la venta los libros con un 55% más barato, hacer ediciones digitales a justadas a la demanda y trabajar directamente on-line con el consumidor final. ¿Qué tal? ¡Y ojo, no es ciencia ficción! Esto ya se están viviendo en muchas tiendas virtuales que dan un servicio puerta a puerta en 24/48 horas, que te atienden personalmente, te ayudan a hacer la compra, te sugieren otros títulos, acumulas puntos para próximas compras  y... ¡además te regalan cositas por comprar!

El lector sigue siendo lector. No se ha dejado de leer, lo que pasa que, como en otras muchas cosas, tiene un poder importante de decisión, de cómo consumir (papel, ebook o en línea) y de cómo adquirir lo que lee. Lo que pasa, y me refiero a los editores, distribuidores y libreros, que el lector va por delante, no le satisfacemos, y él se busca la vida como puede.

Y luego queda el autor y la ley de libro. Otros elementos que conciben el sector editorial de forma demasiado legalista y personalista por querer ser garantista de unos derechos de autoría que valen lo que el mercado diga que vale. Una visión demasiado arcaica y que no es consciente de que el sector editorial es un sector industrial con resultados de valor contable y cuyo éxito intelectual lo define de alguna forma el éxito de las ventas. Sin embargo he de decir que los autores, muchos de ellos, son conscientes de la situación y del cambio que se ha producido y son capaces de llegar a acuerdos buenos y fiables para el mercado, sin que sufra ni el beneficio de ambos ni la intelectualidad del autor.

Necesitamos un cambio urgente y no veo que ni los gremios correspondientes ni las federaciones intervinientes muevan un pelo para hacer algo.

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¿Cambio de aires en el sector editorial? Sí, por favor…

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Hace dos entradas, tratamos la crisis del sector editorial desde el punto de vista de la adquisición de la lectura; ahora me gustaría hablar de la crisis eterna, la del consumo de la lectura en el acto de leer. Esta crisis fue, es y será, porque lo lectores son pocos, y la sociedad pos moderna con sus teorías, sus inventos y su globalización avanzada, no ha logrado que haya servido para que redunde en la cultural del ser humano. La cultura sigue siendo restrictiva y dentro de ella, los empeñados en serlo, siguen siendo una minoría.

1395079808194Lo he dicho todo, o casi todo, sobre lo que sucede en el panorama lector medio de nuestro panorama social. No quisiera ser negativo pero parece, al menos desde lo que las editoriales perciben, que la lectura ha tenido una caída brutal que se suman el 50% al 50% del año anterior... ¡Una hecatombe! Pero yo creo que esta situación es un fantasma cruel que se cierne sobre las cuentas de resultados, pero que no es cierta. Editores grandes, medianos y pequeños, estamos ante un enorme cambio de negocio que no sabemos cómo meterle mano. Las redes sociales se fagocitan unas a otras y el consumidor, resabiado más que listo, busca el gratis total.

Tenemos tal diversidad de acceso a la lectura, desde la tradicional librería, las librerías on-line (analógico o digital), lo que te sale solo en "San Google", los PDF de circulación libre, los blogs de escritores, etcétera, que a las editoriales solo nos queda sobrevivir de ciertos éxitos del pasado, alguno efímero del presente, y la incertidumbre del futuro. Queremos inventar algo que no sabemos para qué. Todos tenemos miedo. Hoy solo nos queda ligar libros a película de éxito, a un escándalo político, o a las verdulerías varias con extra de sexo raro e inexistente, también los clásicos de siempre pero en ediciones o muy baratas o súper caras.

El gratis total. Una gran trampa total. Muchos autores, en la esperanza de ser leídos, están dispuestos a regalar su trabajo, aunque luego exijan sus derechos de contrato al editor aunque solo haya vendido una docena de ejemplares. También muchas editoriales regalan sus libros procedentes de sobrantes de almacén (¡vamos, lo que no hay quién lo venda!) y todos, editores y autores, se han dado cuenta que es tan difícil regalar como vender un libro -en definitiva, colocar-, porque un libro a diferencia de un bolígrafo, una sartén o un edredón de plumas, no es algo práctico, si no que es un producto intelectual, y como tal hay que buscar la intelectualidad para llegar a vender ¡o regalar!, no la practicidad, porque si confundimos una casa con la otra, el libro regalado terminará decorando el salón de un nuevo rico o equilibrando la nevera de un piso de estudiantes, o no.

Luego tenemos el truquito del 2x1, y eso parece que tiene algo más de sentido, pero algunos, con el ansia de aligerar almacenes, pretenden, pretenden dar de comer la ambición del lector, pero eso solo es valido si el "2" es decir, el segundo ejemplar gratuito no es morralla sino algo que está en la línea de lo que el lector elige. Vender la novela, y meter de regalo un tratado sobre la reforma de la ley agraria de 1880, no parece lo más sugerente para que pique el avezado lector. Si haces una promo, haz una promo, pero no se puede tomar por tonto al público.

Los lectores. Pero lo que es una realidad es que el que es lector, lee, independientemente de cómo lo haga. Unos son reacios a no admitir formatos digitales, otros se adaptan a un mixto y otros han descubierto las delicias de llevarlo todo en un aparato que no supera los 150 gramos, o menos -cada vez menos-. Pero lo que no tiene marcha atrás es que la nuevas generaciones empujan y lo hacen en la senda de su caminar diario y donde reciben su fondo de armario cultural: los medios más comunes (dispositivos móviles) y el colegio, cada vez más digitalizado.

Para comprender esto recomiendo la lectura de Revolución (Sekotia 2013), de Román Cendoya @romancendoya, que hace un ensayo personal de corte antropológico y 100% contemporáneo, de cómo afectan las revolucionnuevas tecnologías a las sociedades modernas que de una forma u otra les afecta en su desarrollo social o cultural. Román divide a la sociedad en colonias de afectados y denomina como Prebotónicos, a la generación nacida antes del uso natural de las botonaduras que de alguna forma automatizaban parte de su vida (interruptores de la luz), que son todos los mayores de setenta años; los Botónicos, que somos los que nacimos ya con los botones puestos como medio de alteración de las cosas, que formaban parte de nuestro natural hacer cuando nacimos, y que somos los que contamos entre los 35 y 65 años; y por último los Táctiles, que es la última hornada de seres, donde sus dedos ya no hacen clic ni clac, sino que se deslizan sobre pantallas de hipersensibilidad.

Haya cada uno y se apunte a lo que le corresponda, aunque he de decir que los segmentos de humanos se corresponden más a la capacidad de adaptación mental que a la de fecha de nacimiento, porque conozco y reconozco octogenarios empeñados en ser táctiles admirables.

Entrada anterior: La crisis editorial, según yo: consumo o la forma de adquisición de la lectura (I)

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La crisis, que comenzó siendo financiera, se ha tornado después de cinco años de dolor, y daños irreparables en muchos casos, en una crisis de consumo que no levanta cabeza. Y el sector editorial suma a todo esto su crisis particular. Crisis, ¿que crisis?

No entraré en la manida crisis del dinero, el paro y la injusticia social que provoca todo esto, máxime cuando la solución pasa por azotar fiscalmente a la sociedad y seguir sacando de donde no hay casi ni para vivir, y reinventar una y otra vez fórmulas impositivas ahogando a pequeñas empresas, autónomos y familias completas resintiéndose con todo esto por un efecto dominó que convierte la pobreza en un problema viral de difícil freno. Mientras,  políticos, sindicatos e instituciones financieras no se auto proponen si quiera una paridad de exigencia económica y financiera que al menos nos hicieran ver en ellos, como una especie de solidaridad, aunque fuese de mentira. Pero no, no hablaré de esto. Me niego...

Hablaré solo de cosas serias e importantes. Hablaré de por qué, en mi opinión, se venden menos libros, que no es que se lea menos, es que se consume diferente; y cuando digo se consume diferente, me refiero a la hora de comprar y a la hora de leer.

http://www.dreamstime.com/-image20651487Empezaremos por la forma de adquirir. El mercado ha cambiado y la forma de adquirir libros en los 10 últimos años ha sufrido una revolución importante. Antes estaban las librerías como punto de referencia, donde unos amntes de la lectura y los libros, te asesoraban y conocían el producto, los sellos editoriales, las novedades y los autores... Luego llegaron las grandes superficies, que se diferenciaban de los anteriores, no solo en el tamaño, si no sobre todo porque a estos últimos solo les interesaba el dinero y apostaban nada más por productos bets seller. Después entraron con mucha pompa y boato los libros electrónicos y entonces, como es lo natural en el "hombre viejo", nos quedamos perplejos ante tal modernidad y, fíjese usted, al final todos nos quedamos embobados sin saber qué hacer.

Pero una vez más, la tecnología iba por delante de las posibilidades de su aplicación. No había herramientas apropiadas (entonces eran caras y lentas) y sobre todo no había seguridad de que el producto no fuese pirateado -en esto no hemos cambiado todavía mucho- y la caída financiera que eso suponía. A lo que también había que añadir las pasarelas de pago, todavía en versión beta, y que fallaban más que nada y que no daban ninguna fiabilidad. Entonces muchas editoriales pensaron que había llegado su fin. Y por el contrario, muchos autores se pensaron que les había llegado el momento de la libertad y la cultura para todos. Y se lanzaron a por la bicoca que "la internet" vendía, democratizando el producto editorial, donde cualquiera que sabía teclear se convertía en autor consagrado. Ya no tenía que depender del editor porque por fin ellos mismos podían hacérselo todo. ¡Por fin solos!, sin que el editor listo de turno les dijera qué era lo mejor para su obra. Claro, esto ha sido otra bomba más que ha hundido más que levantado a muchos que se creían Pemán, que pensaban que no eran bien valorados por los editores, ¡esos explotadores, parásitos culturales, malvados que se enriquecían gracias a su intelecto!

Pero ha pasado el tiempo desde que todo esto comenzara a asomarse como un potente foco que pretendía iluminar a la nueva era de la edición de libros y la lectura. Un foco que más que iluminar, nos deslumbró dejándonos ciegos. Y entre otros muchos tópicos de este éxito letal, han caído dos: A/ la descarga electrónica no hace tanto daño como se pensaba que iba a hacer al libro de papel, pues en el año 2013 no ha aumentado la aparición de nuevos títulos en formato electrónico y, sin embargo, sí lo ha hecho el de papel. B/ Los autores que se auto publicaban en formato digital, se han dado cuenta de que pocos, muy pocos, han vendido más de 20 descargas, que posiblemente eran su novia/o, padres, hermanos, un vecino comprometido en el ascensor o un colega del trabajo al que hacia tiempo le debía un favor... Pero el éxito de los autores auto publicados lo tocaré en otra entrada.

5740070295_a003379037La tan traída y llevada piratería, no lo es tanto en el caso de los libros. Sí, ya sé que hay, pero también hay quien la propicia para dar a conocer su libro y se venda más en papel, que es dónde verdaderamente está la ganancia. Pero, exceptuando a los horteras que fanfarronean en la barra del bar diciendo que llevan "aquí" -señalando ostentosamente su Ipad o Iphone, en un alarde de a ver quién la tiene más grande-, más de 2.000 libros que jamás leerán y para colmo cuentan, mientras dan otro trago a su caña de cerveza, que se los ha bajado de tal y cual sitio... Exceptuando a estos fantasmas intelectuales, la mayoría de los lectores habituales no lo hacen, porque saben lo que deben hacer. Por otro lado, muchas librerías de descargas electrónicas, han decidido permitir que los libros se descarguen sin DRM que de alguna forma controla el impulso de la piratería, mientras que otras como Avanzabooks sigue luchando por que cada cosa esté en su lugar y, si bien los DRM no son lo ágil que debiera ser para adquirir una obra determinada, creo que se debe poner algún tipo de sistema que proteja el valor del libro, o dicho de otra forma, los intereses del autor, el editor y el comercializador.

Ahora los libros son más selectos a la hora de mostrarse al consumidor, ya sea en formato analógico o digital. Ya no vale el todo para todo, ni para todos. El mercado se ha diversificado en todas sus formas posibles y el público lector, normalmente adulto e intelectual, le cuesta mover las varillas de lo que siempre ha hecho. Lee por placer sobre el papel y en el monitor de su dispositivo electrónico para informarse, ya sea de la dirección de un restaurante o el manual de reparación de su microondas.

Así llegamos a una especie de caos comercial donde el público final busca sin saber muy bien dónde; el editor publica desorientado sin saber cuándo; el distribuidor no sabe cómo; y el librero no sabe qué vender. Y entre medias, todos hacen lo que pueden mientras el sector se hunde cada vez más al amparo de una Ley del libro que aprisiona a todos con una supuesta ley que protege el derecho intelectual del autor. Aunque esto será también motivo de otra entrada en este blog.

Sigue leyendo en: La crisis editorial, según yo: consumo de lectura en el acto de leer (y II)

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