He leído esta novela inédita de Pearl S. Buck, editada por sus hijos después de una intensa lucha por los derechos literarios de su madre y la casualidad de haber encontrado el manuscrito en un lugar recóndito e inesperado.
La maravillosa pluma de Pearls una vez más se deja descubrir tras una historia que dice mucho de ella, porque en sus novelas, Pearl, es transparente y entre sus personajes y los hechos de la trama deja siempre restos de su vida o de personas que influyeron en ella de manera decisiva.
En esta ocasión el protagonista es un niño prodigio y la trama lo conforman el triangulo familiar de padre, madre e hijo. La novela, que discurre del tirón, sin capítulos, y que recorre la vida del protagonista, Rann (el hijo), desde antes de su nacimiento hasta alcanzar el éxito de la vida. Se lee fácilmente y envuelve al lector de manera sutil, intrigante pero sin suspense. Se ve que es una novela coral del concepto de la vida según la autora la concibe y posiblemente la vive al final de sus años, que los pasa viuda, rodeada de hijos adoptados y biológicos, pero arruinada a pesar de su éxito literario. Unos años convulsos para ella por los consejos posiblemente interesados de los editores, algunos familiares y amigos que la llevaron tomar algunas decisiones quizá erróneas, pero eso no viene a cuento ahora.
Debo avisar que esta novela, si no fuese quién es la autora y no estuviera escrita cuando se escribió, hoy sería tachada de reaccionaria y silenciada por el establishment global y dominante del ojo igualitario del Gran Hermano, que pretende imponer un mundo distinto al conocido hasta ayer. Y digo esto porque Pearl hace unos enfoques de la vida, del matrimonio y la identidad sexual que hoy a muchos les llevará a los diablos, pero que justificaría con una bonachona y sonriente mueca de "Pobre Pearl, no sabía nada de esto".
Para empezar la figura del padre es 100% heteropatriarcal, ¡para qué queremos más hoy en día! Profesor de uiversidad, dirige la mentalidad del hijo y le dice a su esposa lo que debe hacer. La mujer, una madre abnegada trabajadora del hogar (o sea, perdiendo el tiempo según las feministas), sumisa al marido hasta más allá de la muerte y dependiente del afecto del hijo; y Rann, el hijo, "macho", listo, exitoso y dominando en el amor, bueno claro y acogiendo a su pobre madre que no sabe qué hacer sin él. ¿No me digas que según los orientadores sociales de hoy no es aborrecible?
Otro ejemplo es la explicación que la madre da a hijo sobre los homosexuales... Dice Sue, la madre, a Rann, después de que un profesor tratara de abusar de él... Bueno, lo mejor es que lo leas y saques tus propias conclusiones:
Volviendo a la parte literaria, me parece que es una autora que en sus novelas transmite paz, a pesar de que lo que cuenta en ocasiones es violento. Pero es que tiene una forma tan amable de escribir que el balance final del lector es siempre de una agradable rato de lectura. Cuando escribí sobre La buena tierra ya lo dije y también declaré mi amor por esta autora.
Tiene una mágica forma de definir a los personajes. Cada uno en su papel no traicionan en su personalidad. Son lo que son y los lectores no se ven sorprendidos por problemas de esquizofrenias, a no ser que debieran serlo, que entonces serían fieles a su papel. No defraudan ni en su forma de hablar ni en sus reacciones. No son personajes que entran en tu vida como un autoinvitado que coge las cervezas de tu nevera y pone los pies en la mesa del salón y te pregunta "¿Qué tal todo"?
Además de los personajes, también es una magnifica narradora. Con un lenguaje sencillo crea escenarios maravillosos que incluso para los que desconocemos los cuadros se terminan convirtiendo en espacios familiares. Al final de cada capítulo, cada novela, es fácil volver a aquel lugar y seguir el hilo de su historia porque tú estuviste allí, eras un personaje más, quizá solo un mirón casual, pero te has terminado convirtiendo en uno más aunque no cuentes ni un pimiento en la historia.
Y por último, la creación de historias, que tiene la originalidad de contar lo cotidiano. Creo que por eso engancha. Todo se hace cercano y los lectores nos hacemos hueco enseguida en la fila cero porque de una manera u otra cuenta cosas que vivimos aunque no las conozcamos. Es desde luego la antípoda de la narrativa de los gurús actuales, que a veces son demasiado rebuscados en las historias para destacar y ser a la fuerza originales. Es precisamente esa escritura forzada, apalancada a base de firma, sello editorial y marketing la que hace que al final sean historias que funcionan en diente de sierra, de picos elevados en ventas y caídas vertiginosas en el olvido, porque no dejan poso, y creo que una novela que no deja algún recuerdo en el lector (de la historia o de las sensaciones que produjo al leerla), es una novela perdida. De esas hay muchas.