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winston chuchillTodos ustedes saben que Sir Winston Churchill fue un hombre de estado británico y una de las figuras clave del siglo XX. Su larga trayectoria política abarca desde su primera elección como diputado en 1904 hasta su último periodo como primer ministro en 1951. Ha sido uno de los políticos con frases más célebres que aplicaba a amigos y menos amigos con la impiedad que provoca el sarcasmo inglés. Y precisamente, una de sus famosas frases, viene como anillo al dedo para el tema de hoy: Sería una gran reforma en la política el que se pudiera extender la cordura con tanta facilidad y tanta rapidez como la locura.

Los lectores habituales, preocupados en disfrutar de su lectura, quizá no hayan reparado en las políticas fiscales que afectan a los libros. Sí sabemos de lo que ha supuesto para la cultura en general las políticas fiscales del Gobierno de España, y del daño que han supuesto de forma general a todo el sector. El afán recaudatorio por salvar las macro cifras dictadas por Europa ha conseguido que todo el sector se haya removido para mal, menos de momento a los libros en papel.

Tachenme si quieren de conspiracionista, vale, lo asumo, pero la sensación constante de que somos una sociedad dominada por una globalización cada vez más dirigida, cada vez más fiscalizada y cada vez menos cultural, es una sensación que día a día envuelve a nuestra realidad. Hagamos un razonamiento para no quedarnos solo en teorías: la Europa del siglo XX, fragmentada en países más o menos poderosos, rivales, demócratas, de suavizados planteamientos políticos y religiosos hasta lo políticamente correcto, que ha sustituido su moral por la ética legal, ahora es un continente casi monolítico, unificado por una corona de estrellas y una moneda única que sujeta a los cientos de miles de habitantes de todos estos países sabemos quegracias una política intereconómica de subvenciones, un banco gigante que controla a todos los demás y ahora una fiscalidad que nos afecta a todos y en todo.

A dónde voy a parar… Pues miren ustedes, Bruselas se ha dado cuenta de que algunos países regulan el IVA con diferentes varas de medir y el que afecta a los libros de descarga electrónica, más. Porque, fíjense bien, en España un libro de papel está gravado con el súper reducido IVA del 4% para ayudar y promocionar la cultura y la difusión de la lectura; y sin embargo los ebooks con el 21%... Porque no se considera “libro” tal y como lo conocemos, sino un bien tecnológico y la tecnología se grava con el tipo más alto, de momento el 21%.

La incoherencia provoca la risa por sí misma, porque como ya dijimos en otros programas, ¿qué se pretende, ayudar a la cultura y la lectura o las papeleras? En fin, las políticas absurdas que nadie revisa ni echan para atrás. Pero volviendo al caso que nos ocupa, eso del IVA del 21% en España para libros electrónicos, miesntras que hay otros países, como Luxemburgo, que apenas carga el 3%, y que por otro lado es más coherente con el razonamiento de la expansión de la lectura. ¿Entonces qué ocurre? Entonces llegan los poderosos, tipo Amazon, y se dan cuenta de la jugada y para ser más competitivos que los demás: IVA 21radican a sus empresas en Luxemburgo, en vez de hacerlo por ejemplo en España, de forma que sus libros se venden un 18% más barato que los ebooks españoles, por seguir con el ejemplo. Claro, Bruselas se da cuenta de que con todo este asunto, se le están escapando algo más de 3.000 millones de euros al año, ¡y eso no puede ser!

¿Verdad que no puede ser…? Pues atentos a la solución de los tecnócratas de salón para  resolver ese pequeño problemilla de los 3.000 millones. Han tomado la decisión de que ya quien vende, no es quien grava con el IVA desde el país de origen, si no que deberá hacerlo con el IVA del país de destino. Para que quede todo más claro: usted, hasta 31 de diciembre de 2014, compraba su novela favorita en Amazon, con el 3% de IVA, ahora verá que le cuesta un 18% más… pero no por ser español, si no por comprar desde España. Y ahora bien, además de que vuelven a sangrarnos los bolsillos fiscalmente, y para los que consideren que “no es para tanto” el 18% añadido a un producto de 7€, por ejemplo, como es lógico que no lo sepan, les contaré el problema que se genera al otro lado de su monitor, es decir, el problema que se genera en la empresa que gestiona las ventas de su novela favorita: a partir del 1 de enero de 2015, tienen que hacer una factura por cada venta producida en el país de destino, con el IVA que cada uno tiene y luego declararla en un impreso individual por cada uno de los países… Ya ven ustedes, un continente súper moderno que vende libros electrónicos pero con más burocracia que Felipe II en su corte. ¿Cómo esperan que el sector editorial sobreviva, si a la piratería todavía sin resolver, se le añaden tales cargas administrativas para, a lo mejor, luego declarar 0,35 céntimos de euro? Los editores pequeños y medianos globalizaciónque deseen expandirse se les quita las ganas de hacerlo, incluso, de no vender si el perjuicio administrativo le conlleva más tiempo que el beneficio obtenido, con lo que la banda comercial de Amazon crece exponencialmente.

¡Qué bien conocía Churchil la calaña política! cuando dijo Sería una gran reforma en la política el que se pudiera extender la cordura con tanta facilidad y tanta rapidez como la locura. Es difícil salir adelante con una globalización que por el afán de controlar generan más y más controles al ciudadano, al empresario, a la iniciativa. Una globalización que no está al servicio de los que vivimos bajo su paraguas, sino todo lo contrario, una globalización que controla más nuestros movimientos, nuestros pensamientos, nuestros bolsillos y nuestros sueños. Y un servidor cada día desea sentirse menos globalizado y menos acosado.

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