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¿Cuánto vale un libro? ¿Por qué el precio lo marca el editor? ¿Quién y cuánto ganan de cada libro vendido? ¿El libro vale lo mismo se venda o no se venda? ¿Por qué se protege el precio por ley? Así, una entrada llena de preguntas que tienen respuestas, pero no sé yo si están actualizadas con los tiempos que corren y las nuevas tecnologías aplicables.

Me gustaría razonar este artículo desde el principio. Perdón si en alguna ocasión hiero con algo que diga, no es mi intención, lo que sucede es que cuando "aclaramos" es como cuando usamos alcohol sobe la herida, que limpia, pero escuece.

Me gustaría empezar por el origen de todo: el autor. La experiencia me ha mostrado diferentes autores y que los editores reconocerán también de inmediato. Pero lo que parece ser una norma bastante común es que normalmente los autores que más venden son flexibles, cercanos, comprensibles... Sin embargo lo que son exigentes, encarados, nada tolerantes, desconocedores del sector editorial y que suelen ser nóveles (con V, claro), son los que se quejan porque sus ventas no suelen superar la centena (en el año). "Mi libro no estaba bien distribuido..." (pero las demás sí, vaya). "El editor no tiene fe en mi obra..." (pero ha invertido varios miles de euros en publicarla). Y a toro pasado, por lo visto, "el contrato era leonino y  ¡me dejaba sin posibilidades!" En fin, así un infinito de diretes que tratan de explicar al mundo por qué nadie ha entendido su trabajo. Añadiré que este tipo de autor es el menos, pero pesa mucho por el tiempo que quita y el dinero que te hace gastar.

texto blog¿Pero cuánto cuesta un libro? Pues bien, como norma general se suele aplicar un séxtuplo del valor del coste de fabricación. A partir de ahí, el editor mide las circunstancias y las posibilidades y aprieta o estira el PVP final. El PVP, con el IVA incluido que todavía sigue siendo el 4% y, dicho sea de paso, si el Gobierno decide subirlo será la puntilla para que el sector muera definitivamente. Por cierto, ya que hablamos de IVA todavía nadie me ha explicado por qué los libros de papel se fiscalizan con un 4% y los e-book con el 21%. ¿Pero bueno, qué se pretende incentivar, la lectura o el papel?

A partir de tener valorado el precio, y descontando el valor del IVA, a grandes rasgos podemos decir que el 50% de precio lo percibe el distribuidor, que se encargar de liquidar con el librero, que normalmente está estipulado en un 30% del precio. El otro 50% lo administra el editor, con el que tiene que pagar a los profesionales de la edición (artes finales, fotografía, traducción y corrector (si los hubiese), a la imprenta, al autor entre un 8% y un 10%, los gastos generales de la editorial (sueldos, luz, internet, distribución, etc. y al que por fin le queda entre 2% y 5% de beneficio al editor. Bien, la verdad es que todo está relativamente bien repartido, ya que el editor ganar esa pequeña cantidad de todo lo vendido y el librero una buen porcentaje, pero solo de los libros que él ha vendido. Se ve que más o menos hay un reparto proporcional y ajustado.

¿Pero qué ocurre cuando el libro se vende mal? ¿Cuánto vale entonces el libro? Dicho de otra forma, que es lo que afecta al autor: ¿cuánto vale el esfuerzo intelectual de la obra? Pues mire usted, si su obra no se vende... ¡vale cero! Así, clara y llanamente. Pero oiga, ¿y mi tiempo, mi intelecto...? Pues valer, vale, pero no se cotiza. Esa es la realidad. Y entonces nos encontramos con el problema de siempre: ¿Qué ocurre con los libros no vendidos? Que se los come el editor. No recupera su inversión, acarrea con los costes de distribución y almacenaje, los de la imprenta y proveedores varios. Claro, esta es la razón por la que el editor "protege" su inversión en contrato, siendo el propietario de la parte industrial del producto y por lo tanto marca el precio PVP y decide sobre el cambio de precio, su saldo o destrucción, aunque esté obligado a comunicárselo al autor. Pero las cosas por lo general no son tan frías ni distantes. Si la relación autor-editor es buena, todo esto se habla y se dispone entre las partes. Ya digo que el autor auto suficiente, son una gran -pero plúmbea- minoría

Así se entiende que en estos tiempos de crisis editorial, algunos editores están llegando a ciertos acuerdos con el autor, que básicamente consisten en que el editor no está obligado a pagar la remuneración hasta que no haya recuperado la inversión de la fabricación del libro. ¡Pues me parece muy razonable! Y además, es una forma de emprender parte de los cambios en el sistemas editorial de los que ya hablé hace semanas.

El precio del libro se discute mucho, sobre si es o no es igual que un libro de papel o uno electrónico. Hay quien defiende que un e-book debería gratis o casi gratis, porque no hay costes de edición -¡Sí, es que la ignorancia es muy osada!-. Y lo que no sabe la gente en general, es que para que ese libro esté disponible y que cualquiera pueda tener la oportunidad de acceder a él (hablo siempre pagando, claro, que el pirateo para mí ni existe... jejejeje...) hay un autor, una plataforma (editorial o libre) que cuesta dinero su existencia, un maquetador, a veces también un traductor, un corrector y un fotógrafo; y desde luego fin de lucro, porque sin ese objetivo tan legítimo como es ganar dinero, no habría nada y aún siendo el siglo XXI d.C. seguiríamos todavía en el XXI a.C. ¿Que se puede hacer  -y se hace- más barato, pues sí, pero no solo por la fabricación del libro, si no porque hay una serie de procesos que han desaparecido como los distribuidores, transportistas y almacén.

Pero me parece cicatero que un lector presuma de culto por el hecho de leer (¡qué ya es mucho!) y luego ponga pegas al precio de un libro porgue no toca cartón... Nos falta tiempo y visión de futuro. Nos sobra tacañería y seguir mirando hacia atrás.

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La crisis, que comenzó siendo financiera, se ha tornado después de cinco años de dolor, y daños irreparables en muchos casos, en una crisis de consumo que no levanta cabeza. Y el sector editorial suma a todo esto su crisis particular. Crisis, ¿que crisis?

No entraré en la manida crisis del dinero, el paro y la injusticia social que provoca todo esto, máxime cuando la solución pasa por azotar fiscalmente a la sociedad y seguir sacando de donde no hay casi ni para vivir, y reinventar una y otra vez fórmulas impositivas ahogando a pequeñas empresas, autónomos y familias completas resintiéndose con todo esto por un efecto dominó que convierte la pobreza en un problema viral de difícil freno. Mientras,  políticos, sindicatos e instituciones financieras no se auto proponen si quiera una paridad de exigencia económica y financiera que al menos nos hicieran ver en ellos, como una especie de solidaridad, aunque fuese de mentira. Pero no, no hablaré de esto. Me niego...

Hablaré solo de cosas serias e importantes. Hablaré de por qué, en mi opinión, se venden menos libros, que no es que se lea menos, es que se consume diferente; y cuando digo se consume diferente, me refiero a la hora de comprar y a la hora de leer.

http://www.dreamstime.com/-image20651487Empezaremos por la forma de adquirir. El mercado ha cambiado y la forma de adquirir libros en los 10 últimos años ha sufrido una revolución importante. Antes estaban las librerías como punto de referencia, donde unos amntes de la lectura y los libros, te asesoraban y conocían el producto, los sellos editoriales, las novedades y los autores... Luego llegaron las grandes superficies, que se diferenciaban de los anteriores, no solo en el tamaño, si no sobre todo porque a estos últimos solo les interesaba el dinero y apostaban nada más por productos bets seller. Después entraron con mucha pompa y boato los libros electrónicos y entonces, como es lo natural en el "hombre viejo", nos quedamos perplejos ante tal modernidad y, fíjese usted, al final todos nos quedamos embobados sin saber qué hacer.

Pero una vez más, la tecnología iba por delante de las posibilidades de su aplicación. No había herramientas apropiadas (entonces eran caras y lentas) y sobre todo no había seguridad de que el producto no fuese pirateado -en esto no hemos cambiado todavía mucho- y la caída financiera que eso suponía. A lo que también había que añadir las pasarelas de pago, todavía en versión beta, y que fallaban más que nada y que no daban ninguna fiabilidad. Entonces muchas editoriales pensaron que había llegado su fin. Y por el contrario, muchos autores se pensaron que les había llegado el momento de la libertad y la cultura para todos. Y se lanzaron a por la bicoca que "la internet" vendía, democratizando el producto editorial, donde cualquiera que sabía teclear se convertía en autor consagrado. Ya no tenía que depender del editor porque por fin ellos mismos podían hacérselo todo. ¡Por fin solos!, sin que el editor listo de turno les dijera qué era lo mejor para su obra. Claro, esto ha sido otra bomba más que ha hundido más que levantado a muchos que se creían Pemán, que pensaban que no eran bien valorados por los editores, ¡esos explotadores, parásitos culturales, malvados que se enriquecían gracias a su intelecto!

Pero ha pasado el tiempo desde que todo esto comenzara a asomarse como un potente foco que pretendía iluminar a la nueva era de la edición de libros y la lectura. Un foco que más que iluminar, nos deslumbró dejándonos ciegos. Y entre otros muchos tópicos de este éxito letal, han caído dos: A/ la descarga electrónica no hace tanto daño como se pensaba que iba a hacer al libro de papel, pues en el año 2013 no ha aumentado la aparición de nuevos títulos en formato electrónico y, sin embargo, sí lo ha hecho el de papel. B/ Los autores que se auto publicaban en formato digital, se han dado cuenta de que pocos, muy pocos, han vendido más de 20 descargas, que posiblemente eran su novia/o, padres, hermanos, un vecino comprometido en el ascensor o un colega del trabajo al que hacia tiempo le debía un favor... Pero el éxito de los autores auto publicados lo tocaré en otra entrada.

5740070295_a003379037La tan traída y llevada piratería, no lo es tanto en el caso de los libros. Sí, ya sé que hay, pero también hay quien la propicia para dar a conocer su libro y se venda más en papel, que es dónde verdaderamente está la ganancia. Pero, exceptuando a los horteras que fanfarronean en la barra del bar diciendo que llevan "aquí" -señalando ostentosamente su Ipad o Iphone, en un alarde de a ver quién la tiene más grande-, más de 2.000 libros que jamás leerán y para colmo cuentan, mientras dan otro trago a su caña de cerveza, que se los ha bajado de tal y cual sitio... Exceptuando a estos fantasmas intelectuales, la mayoría de los lectores habituales no lo hacen, porque saben lo que deben hacer. Por otro lado, muchas librerías de descargas electrónicas, han decidido permitir que los libros se descarguen sin DRM que de alguna forma controla el impulso de la piratería, mientras que otras como Avanzabooks sigue luchando por que cada cosa esté en su lugar y, si bien los DRM no son lo ágil que debiera ser para adquirir una obra determinada, creo que se debe poner algún tipo de sistema que proteja el valor del libro, o dicho de otra forma, los intereses del autor, el editor y el comercializador.

Ahora los libros son más selectos a la hora de mostrarse al consumidor, ya sea en formato analógico o digital. Ya no vale el todo para todo, ni para todos. El mercado se ha diversificado en todas sus formas posibles y el público lector, normalmente adulto e intelectual, le cuesta mover las varillas de lo que siempre ha hecho. Lee por placer sobre el papel y en el monitor de su dispositivo electrónico para informarse, ya sea de la dirección de un restaurante o el manual de reparación de su microondas.

Así llegamos a una especie de caos comercial donde el público final busca sin saber muy bien dónde; el editor publica desorientado sin saber cuándo; el distribuidor no sabe cómo; y el librero no sabe qué vender. Y entre medias, todos hacen lo que pueden mientras el sector se hunde cada vez más al amparo de una Ley del libro que aprisiona a todos con una supuesta ley que protege el derecho intelectual del autor. Aunque esto será también motivo de otra entrada en este blog.

Sigue leyendo en: La crisis editorial, según yo: consumo de lectura en el acto de leer (y II)