Un crucero por tierra, mar y aire

La narración de este historia es 100% autobiográfica y surgió como surge una hierba no sembrada por el jardinero, fue una semilla volátil que se posó en la tierra adecuada en el monto oportuno.

cubiertas cruceroUn crucero por tierra már y aire cuenta la historia de mi viaje de 25 Aniversario junto a mi mujer, claro, como no podía ser de otra forma. En el que cuento cómo eran aquellas sensaciones producidas por un extraño vuelo de libertad, rodeados de dispendio -antaño lujo, hoy ya no- al que, ni Begoña -mi mujer-, ni yo estamos acostumbrados. Quisimos que todo fuese diferente. Un paréntesis abierto en nuestra constreñida vida, en el ecuador de la crisis económica que naturalmente afectaba a mis negocios y que cuando nos embarcábamos, lo hice con cierto escozor en la conciencia.

Pero lo más importante del libro es la introducción, escrito precisamente un año después del viaje. Una introducción donde desnudo mi intimidad y cuento por qué me rindo a mi mujer y por qué después de veintiocho años de matrimonio la quiero y quiero seguir queriendo.

Y una vez superada esta primera parte -la introducción-, la lectura del resto es más comprensible y también se asume con más verosimilitud las cosas que cuento y que suceden. Un extraño zoo de sensaciones y sucesos que convierte esa aventura en un lugar que divierte a quien lo lee y que a los protagonistas convierte en trotamundos en las paradas del buque, en bohemios en la cubierta y un maleante o refugiado cuando al final pierdes el barco en una de las escalas del crucero, y les obliga a coger un avión en Atenas hasta Civitavecchia, buscar un hotel en una ciudad cerrada a media noche y en dos desasosegados e inquietos recuperadores de equipajes cuando llega el barco, "su barco", y no les dejan subir a bordo y ven que pierden el avión que les debe retornar a España.

Un crucero por tierra, mar y aire, se convierte en la historia que nadie busca, que solo te encuentras sin quererlo, y que luego te gusta recordar como el aroma de colonia de cuando eras niño. Un recuerdo lleno de chispas que te rejuvenece y que cuando relees eres consciente de cuántas razones hay ocultas en tu corazón para seguir viviendo junto a la mujer que es tu mujer. ¡Ay, entonces es cuando te das cuenta de que vivimos la vida tan mal!, sin tiempo a saborear cada rato que pasas juntos; antes corriendo porque los niños eran pequeños y ahora porque las circunstancias económicas te obliga a tirar pa'lante sin mirar atrás, sin contar los cadáveres que dejas en el camino cuando das una respuesta con desaire, un silencio malhumorado o un gracias a regaña dientes. También cuando no percibes que te necesita, cuando no valoras la camisa planchada o cuando tantas veces está ahí solo por ti, sin esperar nada a cambio.

Sí, muchos muertos. Un viaje como el que nos sucedió, que deseamos que fuese tan exclusivo como solo un viaje de novios -que no tuvimos- promete ser. Y en efecto, fue un viaje con un solo y exclusivo destino: al fondo de nuestro corazón. Y descubrir que somos otros diferentes a los que entonces fuimos, pero que es el amor quien nos ha hecho distintos.

Creo que no volveré a tener otra oportunidad de un viaje así.

Gracias, vida.

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