Vuelvo otra vez a criticar, y con justicia y verdad, los avances posmodernos de la sociealdemocracia progre. Progre, ya sabe, es lo que se lleva, aunque les moleste más a ellos cuando se lo llamas que a la derecha, eso otro de facha y ultra. Porque progre es todo aquello que pretende ser progresita, avanzado, moderno... La paradoja es que cada paso que da hacia adelante retroceden al pleistoceno donde la ley era la supervivencia de las tribus. Voy a explicarme un poco más...
Ante las libertades democráticas, que se suponen desde hace cuarenta años, donde se nos convenció de que vivir en libertad es que cada cuatro años -últimamente cada seis meses- vamos a votar, y quea podemos reunirnos, ir a la huelga, expresarnos con libertad contra el poder omnímodo, que con Franco no se podía, nos han ido metiendo entre pecho y espalda derechos edulcorados a cambio de nuestra decadencia personal, o la esclavitud de conciencia y material. ¿Puede alguien decirme -con respeto y por orden, por favor-, desde cuándo una sociedad democrática tiene leyes que obligan a una parte de la sociedad a cumplirlas o que puede tomar una decisión pero no la contraria bajo amenaza de multas millonarias o ir a la cárcel?
Leyes como la violencia de género que solo afecta a la mitad de la población solo por el hecho de ser hombre. O la ley LGTB, de la pepera Cifuentes, plantilla a la que el resto de las comunidades se han suscrito, y en la que condenan a todos aquellos, por ejemplo, que pueden ayudar a los homosexuales que desean dejar de serlo, incluso, y aunque lo solicite, el interesado. Ya fue épica la pretendida sanción que realizó el propio Gobierno de la Comunidad de Madrid al director del colegio Juan Pablo II porque se le ocurrió dirigir una circular a los padres de los alumnos anunciándoles que en ese centro se impartiría moral cristiana y católica. Ahora bién, que el tiro le salió por la culata a la expresidenta porque finalmente un juzgado lo desestimó por fundamentalista e ir encontra de la libertad de expresión e información, que como director del centro le amparaba.
Ahora en Madrid, con otro nuevo gobierno del Partido Popular en coalición con los liberales naranjas -con trazas de extinguirse según la última intención de voto-. han sancionado a Elena Lorenzo, una coach que da apoyo sin fin de lucro a homosexuales que habían solicitado sus servicios. Nada más y nada menos que por osada e ilegal la han enchufado una multa de 20.001 euros, en plan "a ver quién es el guapo que es el siguiente", y tener a todos los colegas de Elena empotrados contra la pared, y no le queda otra que pedir ayuda para sufragar tal palo que a la velocidad que lo ha conseguido muestra la cantidad de gente que está en contra de esta reducción de la libertad personal..
La Iglesia ha dado la cara, no todos, aunque parece que sí están de acuerdo en el mensaje, porque Mons. Argüello también denunció que la Ley contra la LGTBIfobia de Madrid (elaborada por el PP) “prohíbe explícitamente el acompañamiento religioso y espiritual”, algo que “es profundamente anticonstitucional”. Pero nadie más, excepto ese partido verde y ultra que Sánchez le tiene como al innombrable, parece que es el único dispuesto a enseñar los dientes a leyes de este pelaje. Los demás compiten en ser progres, muy progres y súper progres y -discúlpenme-, el último marica.
¿Dónde esta la sociedad de las libertades y el igualitarismo? ¿No ven los ciudadanos de toda condición que una ley que castiga sólo porque cambias de opción, y que sólo en una dirección es al final un cepo para todos? ¿Dónde están los ciudadanos heterosexuales y homosexuales que no salen a la calle a defender sus libertades? Somos capaces de pasar frío o calor en una manifestación contra el cambio climático y no movemos un dedo por el cambio de opinión personal. Sociedad muy rebelde mientras no nos afecte. ¡Pero, ay, cuando nos tocan la fibra...! Entonces se nos aplicará el famoso poema escrito por Martin Niemöller, pastor luterano alemán, cuyas versiones más conocidas comenzaron a circular en los años 1950:
"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada"
Verdad y justicia. No hay una ley que sea justa si no está amparada en la verdad, y la verdad es es radica porque es la verdad, y no es negociable. Cien veces repetidas una mentira no hace una verdad y la legislación actual pretende fabricar verdades a golpe de consenso, por los votos de personas vacías de moral, de rigor y justicia, solo con intereses que no pueden ser nada más que oscuros porque no aportan luz al bien común.