Las mentiras dañadas (fake news) no son el problema en sí mismo, si no el ambiente que crean en el entorno donde se desenvuelven. Convulsionan, enfrentan y, lo que es peor, distorsionan la realidad por un sentimiento de odio hacia aquello que les hiere. Y eso desgraciadamente, la generación de políticos que dominan el panorama nacional e internacional son eso mismo que han creado: crispantes, porque no saben desenvolverse en otro campo que no sea un campo de minas. No saben debatir ideas, solo enfrentar ideas. Quizá sea la baja intelectualidad lo que da como resultado esta carrera hacia la destrucción de la sociedad y que esta dependa cada día más de ellos, de los políticos.
Otro de los causantes de los paradigmas del siglo XXI, además de los de la familia, son los medios de comunicación, que durante décadas han ido posando los modelos de una sociedad posmoderna. Han sido y son cómplices necesarios para la transformación de la sociedad. Las leyes, las ideologías y los medios de comunicación han trabajado en equipo aunque no conformaran un todo. Se han sustituidos los perfiles humanos de éxito y ya no es quien trabaja y triunfa, sino quien accede a la fama por el atajo que sea. Sin duda, la visión del hombre victorioso en la sociedad marca una ruta a seguir. El joven, rico, profesional, habilidoso, deportista, sano y ecologista… Todos los valores en alza, no así de las virtudes, de las que nadie habla.
Es de Alexis de Tocqueville la frase que mejor define a nuestra sociedad: el hombre –y la mujer– prefiere adherirse a una mentira socialmente admitida que quedarse solo ante la verdad. Así es, porque los falsos paradigmas de hoy son los más alejados de la verdad y por lo tanto de la realidad. Y España, y Europa, y Occidente en general, están (muy) lejos de la verdad porque tienen un gran aliado para esto, los medios de comunicación que todo lo dice como quiere decirlo y calla todo lo que no quiere que se conozca. Esta es la mejor fórmula para no estar al servicio de la verdad, sino más bien al objetivo de dominar en el ejercicio del poder.
Todavía hoy la TV sigue marcando la ruta del pensamiento medio nacional. Y no son las noticias las que conducen a los ciegos en la ruta de la mentira, si no la ficción, muy especialmente las series, hoy muy en auge. En estos momentos, con las nuevas plataformas que van pisando los talones a las televisiones comerciales, cran paradigmas de personas, de circunstancias, de valores, de vicios y virtudes.
Los marcos cognitivos es donde se encuadra el negocio de la comunicación: poder, dinero e ideología. Por supuesto, siempre desde la perspectiva del conflicto y la perspectiva del espectáculo. Todo vale si da rentabilidad. No importa el mensaje, solo vale continente. ¿Las noticias dan dinero si se emiten de una forma determinada? Hágase. ¿Qué esa noticia nos baja el share? No se haga. Y si esto mismo se hace con los noticiarios, imaginen ustedes que no se hará con la programación cultural o de entretenimiento.
Fíjense en este ejemplo… Pablo Motos, presentador de televisión, en la entrevista que realizó a Santiago Abascal, hablando de aborto y eutanasia, dijo alto y claro que no le preocupaba, que no le importaba ni el principio ni el final de la vida, porque "lo que sucede en medio es lo verdaderamente interesante". ¿Ven lo que esta declaración supone para millones de personas, la mayoría generaciones jóvenes, cómo toma asiento en su conciencia? Nadie le dijo con la misma fuerza que sin inicio y sin final no existe lo del medio. De Perogrullo, sí, pero nadie lo hizo. Se frivoliza con conceptos tan profundos, tan trascendentes, que nos olvidamos de que somos personas de carne y hueso, corazón y espíritu. Nos olvidamos de que nuestros principios son, o deben ser, irrenunciables porque si lo permitimos seremos un medio de comunicación más.
Faltan empresarios editores y sobran empresarios que solo miran la rentabilidad de lo que emiten. Hay un serio problema de inocular valores y virtudes a la sociedad. Necesitamos plataformas de la comunicación social que servirán de palanca. No podremos competir directamente contra los grandes grupos de comunicación, pero si podemos hacer guerra de guerrillas con multitud de pequeños medios en internet, hacer galopar a los algoritmos de los buscadores y ser una parte que pese aportando buena información. Debemos apoyar y unirnos a empresas que tengan esa vocación editorial, hoy es imprescindible.
Porque no son solo los medios de comunicación los que están a partir un piñón en los cambios de paradigmas –a ser posible globalizándolos-, con eso que llaman los Objetivos de Desarrollo Sostenible que marca la Agenda 2030 de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para erradicar la pobreza, para lo que propone como soluciones es promulgar el aborto y las políticas homosexualistas-. Son diecisiete empresas en total, además de las empresas españolas del Ibex, universidades y colegios, que se vuelcan en converger con esos Objetivos y que desde sus sectores proporcionan la máxima difusión e imposición, si pueden, porque al fin y al cabo estos estratos de poder social son las más globalistas y sus intereses son asíntotos aunque en el mercado vivan en una competencia voraz.
Europa ya no es la tierra de la verdad eterna. Ha perdido ese prurito que le abrió las puertas al mundo. La crisis es cultural y antropológica, es decir, personal y social. Y este desorden, en términos sociales y políticos, va a seguir creciendo y solo si volvemos a un concepto moral de los hechos, seremos capaces de recuperarlo. La vuelta a las raíces, no por motivos nostálgicos, sino porque en ese punto de inicio es donde se construyó la civilización, la arquitectura social, la justicia y la solidaridad innata que aporta la génesis del cristianismo.