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La buena tierra es una estupenda novela que narra la vida de un chino a primeros del siglo XX, antes de la Gran Revolución China, y de cómo la vida gira entorno a la tierra como valor supremo que da sentido a la vida y a la muerte de generación en generación, hasta que se rompe...

1LA BUENA TIERRAEl 2 de marzo de 1931, una americana de nombre Pearl S. Buck, publicó esta novela, perfectamente ambientada en la vida social china porque, entre otras cosas, ademas de escribir maravillosamente, vivió en China durante cuarenta años, donde terminó conociendo los entresijos culturales y sociales de un pueblo milenario, lleno de oscuras sombras y luces brillantes que terminan por crear un carácter arraigado en el código genético que funciona de generación en generación, incluido la dictadura China de Mao Setung y sus herederos.

La narración cuenta cómo un hombre crece en la vida aferrado a la posesión de lo que le da seguridad y le termina haciendo rico: la tierra. Un hombre que comienza su ambiciosa andadura sin planificar,  buscando esposa como quien busca un buen lavaplatos. El objetivo es una esclava fea, porque como dice el anciano padre de Wang Lung, el protagonista, con ese sentido estricto del pragmatismo oriental: "Una que no sea muy joven. Y, sobre todo, que no sea bonita." Wang Lung no estaba de acuerdo con esa idea de su padre, y su padre se lo explica mejor: "¿Y qué hacemos con una mujer bonita? Necesitamos una mujer que cuide la casa y produzca hijos mientras trabaja los campos. ¿Hará estas cosas una mujer bonita? ¡Se pasará el tiempo pensando en vestidos que hagan juego con su cara! No; de ninguna manera ha de haber una mujer así en nuestro hogar. Nosotros somos gente labradora. Además, ¿quién ha oído hablar de una esclava hermosa, y perteneciente a una casa, que fuera virgen? Todos los jóvenes señores se habrían servido de ella, y mejor es ser el primero de na mujer fea que el centésimo con una beldad". De esta manera, Wang Lung comprendió que su padre tenía razón y, aún así, puso dos condiciones, ya que se había de conformar con una mujer fea: "Al menos, no quiero una mujer picada de viruelas o que tenga el labio superior hendido? Y su padre que se siente compadecido por el hijo, responde: "Veremos qué hay para escoger".

Esto no es más que un botón de muestra de cómo se encaminara la novela hasta el final, porque aun cuando Wang Lung llegue a ser un rico terrateniente y respetado por el pueblo, su vida se verá de  manera aprisionada entre el deseo de hacer lo que desea y la imposibilidad de hacerlo. Y lo bueno es que transmite al lector un espejo de deseos incumplidos como a todo hijo de vecino. En esta novela, de forma más cruda y apiñada, porque en algo más de 400 páginas, se recoge la vida de nuestro personaje desde su etapa de juventud, humildad y pobreza, -cuando se casa- hasta su fallecimiento ya de viejo.

Hijos, esposa, concubina, pobreza y riqueza, hambre y abundancia... Todo forma un mosaico en la vida de Wang y en la de cualquiera que la hayamos leído. Pero hay un personaje que genera ternura y descanso a lo largo de la vida de este hombre, que no es ni más ni menos su hija la "tontita", una pobre subnormal que su papel no es más que estar ahí, junto a su padre, sin hacer nada, sin resolver nada, sin pedir nada, solo callada con su hilo entre sus deditos dándole vueltas, esperando a que su padre la mire y ella le sonría.  Siendo un bebe de tres años, a la que todavía no la han adivinado su enfermedad mental, la salva sin darse cuenta de venderla como esclava y es la que al final de sus días le da el reposo y la felicidad de una amor seguro que no pide nada a cambio.

Recomiendo esta novela. Se la recomiendo a los lectores que busquen historias que aporten sentido a su vida, que disfruten de una lectura suave, cuyos hechos le chocarán con fuerza en su interior.

Os propongo el trailer de la película realizada en 1937, dirigida por Sidney Franklin, que aunque promete ser fiel 100% a l novela, no lo es. Y como siempre, la novela es mejor que la película.

la-bibliotecaria-de-auschwitzMe he llevado un pequeño chasco con esta novela que tanta y tanta fama le precedía como obra revelación de este pasado año. Y la verdad no la he terminado de leer porque el estilo narrativo me ha echado de ella.

La verdad es que tiene muy buena pinta, pero para mi gusto personal se queda solo en puro escaparatismo. No me gusta hablar mal por hacerlo y me gustaría exponer mis razones, porque yo, como escritor, cuando a los demás no le gusta lo que escribo, me gusta que me digan por qué.

El estilo no me gusta porque tengo la sensación de estar leyendo un acta o a una novela donde el autor no muestra cierto acercamiento a las texturas que una novela debe aportar para crear ambientes. Texturas de sutiles de detalles que circunscriben a la escena, que definen a los personajes, que provocan las sensaciones que viven los personajes y que de alguna forma deben llegar también a los lectores para vivir lo que ellos viven, y yo lo he echado en falta... No sé, es la manera de contar las cosas que suceden de manera expedita, como quien tiene prisa, y que me provoca la sensación de que quien me lo cuenta no tiene demasiado interés en que cale dentro de mí.

Otra cosa que no me gusta son los diálogos. Están faltos de naturalidad expresiva, son poco creíbles y nadie habar como lo hacen los personajes. Nade habla como escribe, y el autor parece que es lo que hace. Creo que debe esforzarse un escritor en escribir como se habla y no al revés. Precisamente la protagonista, es el ejemplo más grave. Dina, una niña de 14 años que cuando habla parece una anciana que lee de una libreta lo que tiene que decir... Le falta frescura en la expresión, palabras, frases, giros que definan al personaje en la edad que tiene. No basta con que al principio se diga que tiene 14 años, el lector tiene que "oír" a una niña e esa edad.

La trama, sostenida en el alambre de la realidad, sufre también de cierto atascamiento por tener que contar sucesos que se vivieron en esos campos de la muerte. Pero como la acción narrativa se me hace tan dura, parece que una vez más es un corta pega de un libro de historia encorsetado entre sus páginas para crear cierto morbo en el lector para que siga leyendo hasta la siguiente atrocidad nazi.

Y sobre si la historia que se cuenta es buena, no puedo decirlo, pues en la página 100 más o menos, dejé de leerla agotado de luchar contra la desidia que me producía el estilo narrativo.

Pido perdón por ser demasiado ácido en los comentarios, pero cuando llegas a un libro que compras y deseas leer con ilusión por lo que te han dicho por escrito, porque le han dado un premio y porque en Planeta suelen editar cosas buenas, la decepción es terrible y tengo que contarlo. Y por supuesto esta es mi opinión personalísima que no tiene porque coincidir con nadie más en el mundo.

Novela que cogí con gusto, porque me resultó fresca y diferente a la narrativa actual, con un guiño constante a la literatura costumbrista inglesa (Jane Eyre). Pero a medida que leía...

Sí, es verdad, me gustó mucho, sobre todo los personajes y me refiero especialmente al Hombre del Sillón, que sin nombre propio queda bautizado finalmente de esa forma. La propia señorita Prim, una calculadora pragmática de ideas bien asentadas. ¿Y la madre del Hombre del Sillón? Una odiosa dama, vieja y retorcida, que aunque desea amar, su carácter la aleja de los demás, excepto de la señorita Prim y la cocinera, cuyas medidas de distancia se ha tomado entre las tres y por eso ahora son buenas amigas, porque saben hasta dónde pueden llegar.

La trama es la fórmula de encuentro/desencuentro en los que los culebrones televisivos echan el resto. Pero a diferencia de estos, basados siempre en amor-odio-envidia-engaño, El despertar de la señorita Prim hace uso de esta técnica con el descubrimiento de los conocimientos y del encuentro consigo misma (de la señorita Prim). Entonces los diálogos se suman uno tras otro con planteamientos tomistas y agustinianos que para el lector que gusta buscar razones trascendentes de la vida en las novelas, se dará un banquetazo de buena filosofía. Además de filosofía práctica en pleno siglo XXI.

Pero como decía en la introducción, ese "pero" que es como un latiguillo mortificante para el escritor -porque sin dejar de gustar al lector hay algo que no le termina de satisfacer-,  encontré demasiado recurrente, o repetitivo, las formas costumbristas de narrativa inglesas que terminaban molestando, quizá porque al no estar de moda hacen que leer te canse un poco.

Otro aspecto que yo creo que debilita un poco la obra es el final. Para mi gusto quizá mal rematado y por lo tanto queda demasiado abierto al lector, que ha sido traído llevado constantemente por la autora hacia el romántico planteamiento entre la señorita Prim y el Hombre del Sillón. Al final nada, ni sí ni no, ni blanco ni nada. Puede ser que haya lectores que les guste ese cierre, a mí no. Yo como escritor creo que deben dejarse las cosas atadas. Creo que el lector no debe pensar en la trama, si no en lo que la trama le quiere decir, porque si el lector se convierte en autor, los papeles terminan dándose la vuelta creando cierto círculo de frustración que degenera en abandono de la obra o del autor.

La autora, Natalia Sanmartín Fenollera, ha sabido dar con una tecla efectiva que ha vendido muchos miles de ejemplares en España y fuera de ella. Efectiva porque reo que se ha salido de la temática archiquemada y comercialona de lo que ahora se da como "éxito" editorial que es la contraída narrativa erótica. Una breve novela que cuenta la profundidad de la persona, su sentido trascendente, la implicación personal en los demás y la diferencia entre las razones del corazón y la idea clara de pensar antes de dejarse llevar. Es periodista y se nota en cuidado estilo (cosa que no sucede con todos, aunque también sean periodistas) y si que esto sea ofensivo para nadie, me parece todavía más admirable que haya sido capaz de escribir esta novela con la carga filosófica (de los Padres de la Iglesia) que tiene proviniendo su preparación de donde viene (Licenciada en Derecho por la ULC, es Master en Periodismo por la Escuela de periodismo de El País y la UAM y cuenta con un PIDD por la Escuela de Negocios ESIC), así como el lugar dónde trabaja (Jefa de Opinión en el diario económico Cinco Días, de Prisa) cuya línea editorial es contraria a estas tésis.

Y esto sin duda sirve para no etiquetar a nadie, esté donde esté, pues nunca sabemos por qué y que hay en su corazón. ¡Felicidades Natalia!