Con sumo placer, os pongo el texto de mi breve presentación al libro La habitación de al lado, de Silvia Laforet, que tuvo lugar el día 20 de marzo en la librería Neblí de Madrid. En esta ocasión trato el estilo narrativo y los personajes de la novela.Estamos ante una nueva oportunidad para acompañar a Silvia Laforet y hablar de su novela En la habitación de al lado.
En esta ocasión, me gustaría hablar de la parte estructural de la novela. La vez anterior traté el tema de la profundidad del mensaje de la obra y quedó claro su valor literario trascendente y, solo para puntualizarlo, recordaré con titulares algunos de los elementos que más me llamó la atención de aquella disertación:
1º Es la historia de María –la protagonista-, corta, pero intensa. Dura, peo dulcemente narrada. Es el recorrido de la vida de una persona más en el mundo, pero que como toda vida es única y particular.
2º Si de algo nos habla esta novela, es del destino. El destino es la certeza etérea que nos ayuda a encauzar nuestra vida. El destino es lo que somos a pesar de lo que somos.
3º La protagonista se abandona de sí misma y se deja llevar por el mundo, rechazando su destino.
4º Solo con el amor, llegará descubrir que su propio destino era ella misma.
Ahora hablaré, de la confección de la narración y los personajes que dan vida a la historia en La habitación de al lado.
La narración. En una novela, ¿cuánto se distancia el autor de la obra? Es decir, ¿hasta qué punto está el autor involucrado en la historia que se cuenta? Porque cuando una novela se escribe, se confecciona una ficción, que muchas veces es un billete de vuelta de las experiencias de vida del propio autor. La narración como concepto, pretende ser algo real –o muy de ficción- para que el lector encuentre el gancho natural con la vida que vive él como persona. Pero el debate de la ficción-real o la ficción-ficción es baladí, ya que sea como sea, lo que vale al final es cómo afecta al lector.
Una novela puede estar basada en un hecho real y por lo tanto podemos encontrarnos con elementos que nos acercan a ella porque conocemos parte de lo contado de manera previa. Pero también puede ser pura ficción y dentro de la ficción un relato imposible o de rasgo realista. Silvia crea un clima realista, cercano y comprensible para personas maduras, donde se verán reflejados de alguna forma.
Una de las características es que no hay formas descriptivas. El texto de En la habitación de al lado empuja al lector párrafo a párrafo, hoja a hoja, hasta el final. Pero no provoca desasosiego, aunque sí cierta desazón, sobre todo en lectores de vida experimentada y que ven al personaje principal –María- cómo se estrella inevitablemente en el “pasado”, por una decisión tomada en un segundo de su vida, aunque lo esté leyendo como un presente vivido por él en un acto real, sin calificar la temporalidad.
La novela creada puede ser provocada o inspirada. La primera tiene una intención cuyo objetivo es comunicar al lector algo concreto. No necesariamente deben pertenecer al autor como algo propio, como por ejemplo “Rebelión en la granja”, donde el gran George Orwell monta este cuento de animales para hablarnos de la dominación del mundo y las masas domesticadas -por cierto cada vez más actual-. Sin embargo, la novela inspirada surge del autor como una gota de sudor, como fruto del gozo o el sufrimiento de su interior. Surge sin ninguna pretensión a priori, pero que termina cerrándose como cierra cada capítulo de nuestra vida.
Silvia Laforet usa un estilo directo, en primera persona, está poco coloreado. La ambientación es parca porque son los hechos y los personajes los que realmente rellenan la trama de la novela. Aun así, las escenas se suceden una tras otra como una especie de soga que ata al lector, que a su vez va siendo abducido por la trama. Sin duda se trata de un estilo elegante, un palabreo cuidado y no por eso pedante. Es una manera de narrar dulce que seduce porque lo cuenta con lenta paciencia que compensa lo intenso de los sucesos.
Los personajes. Hay una pregunta valiente que todo autor debiéramos hacernos al terminar de escribir una novela: ¿Cuántos de los personajes son frustraciones que salen a la luz? Pero la respuesta pertenece a la intimidad de cada cual. También de cada lector.
Es normal que en la trama ordinaria de una novela haya personajes necesarios que, como en el cine, actúan de secundarios para dar sentido o potenciar al protagonista; pero también están los accesorios, aquellos otros que rellenan el plano de la acción… ¡los extras en el cine! En el caso de En la habitación de al lado, debido a su parca puesta en escena, todos los personajes son necesarios porque todos los personajes son radios del eje de María, la protagonista que nos lleva de la mano hasta el final de la trama.
En esta historia, todos los personajes son activos, los vivos y los muertos, porque todos tienen un papel con el que de alguna forma influyen en María a la hora de actuar, ya sea acercándose o huyendo de sí misma. Todos están allí, como una sombra que le habla al oído, proponiéndole una acción conectora con la vida en el exceso y/o el defecto.
Lo que si pasa es que no hay diferencia de estilo entre Silvia y sus personajes. Es una continuidad de su viaje, del interior al exterior, sin baches, sin cortocircuitos. Los actores son reales, queridos o deseados. Quizá todos tienen un poco de cada. Todos salen de Silvia y vuelven a ella, imanes como sujetos por una cinta de seda. Aunque esa cinta esté a veces fuertemente apretada y deje las marcas de sus ataduras en el interior.
Pero quisiera pararme brevemente en los personajes de En la habitación de al lado y estudiarlos de cerca. Lo fácil de la creación de los personajes son aquellos denominados estáticos. Es el personaje del escritor novel. Una especie de foto fija donde resalta los elementos que le caracterizan físicamente y con eso pretende el autor que el lector le conozca. Pongamos un ejemplo al azar:
“Aquel rostro de formas angulosas, bajo el tupido pelo oscuro y una ojeras amoratadas, recordaba a un forajido en su huida”.
Bien, personas como estas podemos encontrarlas en infinitud de situaciones y sirven como una especie de comodín para cualquier género. Los escritores novatos tratan de contar lo que sucede con personajes de cartón piedra, porque en general no tienen en cuenta que los personajes de una novela deben ser personas que viven y sienten y que por lo tanto justifica lo que dicen o lo que piensan en la escena de los hechos que muestran al lector. Los personajes deben ser directos, no ofrecer dudas en su planteamiento y 100% creíbles, porque la historia se comprime en los hechos y son las personas que dan sentido a lo que sucede.
Los personajes, al menos los principales, deben tener un cometido que den sentido propio a sí mismo y a cada momento de la historia. Por eso es más importante mostrar de ellos la complejidad del carácter o su personalidad. No es tan importante decir si es alto o pelirrojo, a no ser que esas partes de la foto sean imprescindibles para rematar la escena en la que este aparece.
Exceptuando los relatos biográficos, los personajes están expuestos a una ficción-realidad, de hecho hoy es una tendencia literaria. Incluso en los personajes que son ficción-ficción como con los vampiros, se muestran como ficción-realidad, rellenándolos de valores humanos creíbles que nos acercan a ellos para comprenderlos mejor. Contrasta con los narraciones de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, cuyo personaje ficción-realidad, Alicia, el resto son ficción-ficción, pero que son necesarios para plantear y resolver las paranoias de la niña.
Silvia trabaja a sus personajes desde dentro de cada uno de ellos. Los muestra al lector desde sus pensamientos, sus reacciones, sus puntos de vista. ¡Eso sí es conocer al personaje! Es sí es comprender que lo que sucede en esa escena, tiene pies y cabeza, porque reconoces el hecho y comprendes qué y por qué hace lo que hace el personaje. Tomemos por ejemplo un personaje principal: Berta. Berta es una de esas personas que se convierte en un envolvente de la historia porque consigue que María camine segura por el pasillo de la duda. Lograr que un personaje se convierta en eso, hace totalmente prescindible la fisonomía de Berta. Pero veamos qué dice Silvia de Berta, cómo la presenta al lector:
Hoy hace diez años que Berta trabaja con nosotros. Me he dado cuenta nada más despertarme. Hoy comienza, al menos en el calendario, la primavera. Cuesta aún salir de entre las mantas, el frío llegó tarde pero no nos da tregua. El tiempo –meteorológico– está enloqueciendo. El cronológico a veces pienso que también. Al menos, parece volar.
Diez años ya, le digo a Berta en la cocina mientras remuevo el descafeinado soluble con la leche de soja. Sí, señora, qué barbaridad, me contesta. No he sido capaz de que me tutee en tanto tiempo, ni después de haber pasado juntas por trances que son propios de hermanas y no de la empleada del hogar y su empleadora.
Berta llegó del Caribe justo a tiempo para que yo no me tirara por una ventana…. [Pag. 39]
Esto quiero decir, cuando me refiero a conocer al personaje por dentro. No me importa si es baja o alta, negra o blanca, guapa o fea… Lo importante de un personaje es la faceta realmente humana para que pueda parecernos lo que es, no una careta que funciona como un muñeco reconocible en el cuento de un guiñol. Cuando hablamos de un personaje creíble, hablamos de un personaje que él mismo se lo cree y actúa en su papel con naturalidad, ya sea en una ficción de marcianos o una fábula de peces.
La protagonista de esta historia, María, es un personaje de ficción-real, signifique lo que esto signifique a quien sea, para bien o para mal. Podemos imaginar que se trate de una autobiografía escondida o la imagen de alguien que sucedió. Pero eso no importa. Lo que importa es el resultado que suscita en el relato y provoca en el lector.
En definitiva, el lector se encontrará frente a una historia creíble porque sus personajes lo son. Una historia hermosa porque trata de referencias tan humanas como el error, el dolor, el amor y la muerte. Una historia narrada en un estilo directo que te dirige a una trama que se convierte en algo necesario porque en cada página, en cada rincón de los párrafos podemos aparecer nosotros mismos y sorprendernos. Una novela intensa y magnífica que en palabras del doctor Jesús Poveda: te zarandea y no te deja frío.