Hace unas semanas tuve la oportunidad (y la suerte) de participar en un coloquio en el blog de Mariana Eguaras, que recomiendo vivamente si eres editor, agente literario o autor con pretensiones.
Como el tema era sobre qué era y qué no era la coedición, y desde mi sello hacemos acuerdos con algunos autores en esa línea de colaboración, quise participar, y traslado lo que dije sobre esta forma de publicar en una editorial seria y responsable con su sello, de manera que haga su trabajo como editor y no como funcionan algunas otras que solo participan como impresor o publicadores.
La realidad es que por motivos de la crisis, las pequeñas editoriales viven muy “malamente” de su fondo. La crisis, antes financiera y ahora de consumo, está hundiendo las ventas de manera desastrosa. Pero esto debe poner a los editoriales en guardia, y no dejarse llevar por la decadencia de salir del paso con lo que sea. Por eso me gustaría reseñar que el fondo, la calidad del fondo, es muy importante cuidarlo, pues se trata del resultado de muchos años de esfuerzo hasta conseguir el crisol por el que el público te conoce y te define para bien o para mal.
Los sellos independientes, con una financiación personal, es decir, sin ningún grupo de comunicación, financiero o institucional que les ampare, hoy no son capaces de subsistir debido las menguadísimas ventas de los últimos 10 meses (por poner un tiempo cercano y real). El único resorte que les queda es atender a esos autores valiosos -que los hay y muy buenos-, y proponer una coedición en la que el autor corre con el valor de la inversión de fabricación y la editorial de la distribución, comercialización, administración y almacenamiento. Puede parecer desequilibrado, pero no lo es. El autor aporta la obra y el dinero de la publicación, pero sin la capacidad de implantar el producto en el mercado y una distribución nacional REAL sería imposible. Y esto vale mucho más que lo anterior, porque si eso no fuese así, el valor añadido de la editorial no tendría sentido ni tan siquiera en condiciones normales de mercado.
El problema es viral. Las editoriales no venden lo suficiente para invertir en nuevas obras. Y así los autores no encuentran editor que apueste por su trabajo. Un círculo muy, muy, muy viciado y que solo resta a ese mal, la posibilidad de la coedición con el autor con una labor profesional y encomiable, como una auténtica sinergia para ganar la guerra a la incultura de la falta de publicaciones.
María Eguaras me responde a esta introducción y me responde muy acertadamente:
Hola Humberto. (...) La coedición no es mala, nada lo es en sí mismo, sino el uso que se hace de ello. Sin embargo, creo que es necesario matizar sobre lo siguiente: los autores visitan la página web de una editorial creyendo que es una editorial tradicional, un “de las de toda la vida”, y se encuentran que en algún punto del proceso, luego de aceptar su manuscrito para publicarlo, le piden dinero. Esto los autores perciben mal (incluso como una tomadura de pelo), porque ellos han supuesto -acertadamente, ya que en la página web de la editorial no hay nada que indique lo contrario- que la editorial se haría cargo de la edición y publicación de su libro.
Por otro lado, no estoy muy segura que si las cuentas de una editorial no cierran deben proveerlas de fondos los autores… Es un tema complicado, en especial, porque las editoriales son una industria cultural y el libro es un producto cultural.
Una de las preguntas concretas es ¿qué motiva a un autor a poner dinero para que le publique una editorial si puede autopublicarse por menos dinero, incluso en papel?
A lo que le respondo con claridad lo siguiente:
Buenos días María, gracias por la réplica, pero considero que tu respuesta es una especie de paraguas que trata de responderlo todo y me gustaría distinguir algunas partes de ella, porque yo hablo de cosas diferentes.
Estamos de acuerdo que hay empresas que tratan de “utilizar” la pasión natural del autor para sacarle dinero. Incluso, siendo un poco cínico, podría decir que dan lo que en el fondo desea el autor: ver su obra en formato de libro, pues consideran que así es como está bien rematada su creación. Lo malo es que esas prácticas, en ocasiones, son poco éticas y lo hacen con ciertos extraños subterfugios que son los que crean la frustración.
Pero nosotros, -al menos en mi pequeña editorial-, no hacemos eso por las siguientes razones:
–> Primero, nunca publicaremos una obra que haga daño al fondo de mi editorial, ni por su calidad literaria ni por su contenido inmoral o vaya en contra del espíritu de la línea editorial.
–> Segundo, siempre procuramos orientar al autor para mejorar la obra, ya sea en el sentido general de esta, mejorando por ejemplo su estructura, asesorando sobre aspectos convenientes o participando en el diseño gráfico.
–> Tercero, ningún título, lo pague quien lo pague, es un verso suelto en la editorial. Cada título está siempre circunscrito a una colección, con su línea gráfica incluida. No admitimos que un autor aunque sea coeditor de su obra, se salga del estilo previsto que a su vez retroalimenta a la colección completa, incluido a su propio libro.
–> Cuarto, nos responsabilizamos de la promoción del título en redes sociales, medios de comunicación e incluso según los acuerdos alcanzados con algunos soportes, también de publicidad. Y esto porque consideramos que “ese” título es parte de nuestra editorial y nos involucramos en él como con todos.
–> Quinto, damos lo más importante que una editorial puede conseguir (y un autor por su cuenta nunca tendrá): la distribución nacional y años en el mercado, que como sabrás es un referente para que al menos en principio tengas un hueco en librerías y diversos lineales o mesas de novedades. Otra cosa muy distinta es la venta que se pueda o no producir en la librería, que como sabes nadie puede controlar.
–> Sexto, toda la parte administrativa la sume la editorial, y, disculpar la expresión, no es moco de pavo… Esto incluye desde dar de alta el ISBN, distribuir, comercializar, cobrar, pagar, almacenar… etc.
–> Séptimo, antes que el autor tome una decisión final, se le presenta un presupuesto del proveedor habitual de la editorial, en el que no gana ni un céntimo, hasta el punto de que si el autor lo desea, puede pagar él directamente a la imprenta.
–> Y octavo: no editamos ningún título que no tenga previamente firmado un contrato que convenza a ambas partes y proteja los intereses de todos.
Todo esto responde a tu pregunta sobre qué es lo que a un autor le puede motivar a poner dinero para que una editorial se lo publique y no lo haga él por sus propio medios, por menos dinero (que lo dudo).
Las editoriales son empresas industriales que trabajan con productos culturales (aunque habría que definir que es cultural, ¿todo lo que va en forma de libro? ja,ja,ja…) y como tal cubre sus necesidades hasta que deja de poder cubrirlas; sin embargo, desaprovechar el potencial, su experiencia y su fondo de mercado es una pena si no se hace.
Mariana Eguaras
Gracias por la mención Humberto. Como hablábamos/comentábamos en mi blog; yo sostengo que editar bajo coedición no es una mala práctica, como tampoco lo es autopublicarse o publicar con una editorial.
El quid es cómo se hace y si se cumplen los pactos establecidos. La desconfianza en la coedición ha surgido porque muchas "editoriales" (sí con comillas) se han aprovechado de los deseos de publicar de los autores y no han cumplido sus compromisos. Si se llevan a cabo los ocho puntos que has mencionado a conciencia, sin duda la edición y publicación llega a buen puerto y tanto autor como editor son felices.
He trabajado en coediciones con instituciones y editoriales y la experiencia no solo ha sido buena sino también enriquecedora; por supuesto, los compromisos asumidos por ambas partes se cumplieron.
¡Un abrazo Humberto!