La narrativa romántica posiblemente sea una de esas especialidades literarias que viven un constante sube y baja, fundamentalmente promovido por mujeres escritoras para mujeres escritoras.
Debe ser por aquello de la sensibilidad y los afectos activos que dicen que tienen y los hombres también, pero menos. No sé, un lío de esos que es mejor no meterse. Y aun así, para contradecirme propongo dos publicaciones recientes cuyos autores son hombres.
En el panorama editorial saben que es un buen negocio y no hay editorial grande que nos deje seducir por este estilo narrativo. No se crean que es fácil hacer una novela romántica que no termine empantanada en líos de cama o en escenas de sexo explícito.
Diré a mi favor que cuando una peli, una serie o una novela termina metiendo “carne” sin que verdaderamente aporte nada a la solución de la trama, es un síntoma de que estamos ante una historia débil y sin posibilidades de sobrevivir por cuenta propia. ¿Se han fijado en los tráiler de películas, que cuando meten imágenes trepidantes de la “maciza” de turno sin más argumento, suelen ser películas malas o muy malas? Pues sí, esto es así.
Lo mismo pasa con los libros de romántica, cuyas portadas pretenden ser el tráiler de su interior y que junto con el título más o menos rimbombante, más o menos calenturiento, dan bastantes pistas de su contenido. No solo es así, sino que además se ha terminado confundiendo romántico con erótico, lo que ha terminado de hundir a los que sí desean hacer romántico situándoles desde hace tiempo en la marginalidad de la duda.
La buena novela romántica debe tener tintes existencialistas e intimistas (no confundir con la intimidad que proporciona el pudor). A riesgo de ser obvio, las novelas románticas o rosas, son historias que llevan al lector a situaciones donde el amor o la pasión del amor trasladan a los personajes a situaciones supuestamente extremas, normalmente con final feliz. He dicho “normalmente” porque lo que el lector busca en ellas es posiblemente el consuelo personal de su propio anhelo o frustración.
Esta línea narrativa surgió como una especie de revulsivo en el siglo XVIII, como tren de choque contra el Racionalismo reinante, porque el ambiente político y social lo teñía todo de argumentos fríos y distantes entre las personas. Y la esencia de lo romántico sigue buscando aquello que exalta el sentimiento puro que nos hace ser únicos hacia y para la persona amada, y viceversa.
La extinta editorial Un libro en el bolsillo apuesta también por esta línea y desempolva a un autor que durante los años ‘70 y ‘80 fue un récord de ventas en novela romántica: Alfredo Castro, del que Pilar de Cecilia escribió:
“Trata de una manera veraz los más acuciantes problemas que se plantea el ser humano, dándoles una solución real y no ficticia”, acaba de sacar su última novela Un hombre y tres mujeres, una historia en la que el protagonista es un ser atormentado por una historia trágica de su infancia y de cómo en la relación con tres mujeres en diferentes momentos de su vida va reencontrándose a sí mismo. Una novela relativamente larga en la que Castro tira de pensamiento e ideas de Albert Camús, que es citado por los personajes como recurso de fondo a lo largo de la historia.
En el mismo sello se ha publicado Casi mis relatos, que tratando el amor y sus consecuencias, a veces insospechadas, son el contrapunto del título anterior. En este pequeño libro de bolsillo he publicado 5 viejos relatos cortos que lo mismo pecan de surrealismo amoroso que de una ensoñación del amor. Para ilustrar la breve obra he contado con ilustraciones del gran Heinrich Klay.
En todo caso se ve que frente al nihilismo imperante de esta sociedad de la posmodernidad tendente a la oscuridad, aparecen historias que quieren resurgir, y revolver en el corazón, dándonos razones para hacernos pensar en que si hay algo que nos puede salvar es precisamente eso, el amor. Y todo esto sin empalagosos y adolescentes amoríos de folletín.