Con tantos cambios trepidantes, nos hemos olvidado del divorcio exprés de Zapatero, una corrupción mayor de apariencia menor.
La intelectualidad actual, reflejada en la política, no es más que el espejo de la sociedad. No hay que olvidar que sus eminencias son votadas por mayorías, y eso que el sistema de sufragio de España es perverso porque no eliges personas, eliges partidos, partidos que a su vez imponen sus líderes que no tienen porqué coincidir con las elecciones de los votantes. Sin duda, de ahí la perversidad del sistema. Para muestra de esta aberración es el que nos muestra, como patente de corso, cómo Pedro Sánchez y sus socios amotinados contra España han llegado al poder.
A pesar de nosotros mismos y del daño objetivo que suponen estos líderes políticos (Pablo Casado, Yolanda Díaz, Íñigo Errejón, Gabriel Rufián, Aitor Esteban, Santiago Abascal, Carles Puigdemont… y un largo etcétera de personajes en el poder), sin que haya un voto directo para su elección, solo el dedo interno de partido que decide por sus votantes, se trata de la generación de demócratas con los niveles más bajos de intelectualidad de nuestra historia contemporánea -salvo extraña excepción-. Son solo comparables a los mismos que alentaron a la España de la II República, que como todos sabemos terminó siendo una guerra civil que todavía hoy sigue dividiendo a los españoles, porque ciertos partidos están encantados de que así sea. Se trata de verdaderos irresponsables que pasan por hacerse los justos, lo que les hace aún más irresponsables porque corrompen la verdadera justicia.
Nuestros líderes políticos son solo comparables a los mismos que alentaron a la España de la II República, que como todos sabemos terminó siendo una guerra civil que todavía hoy sigue dividiendo a los españoles, porque ciertos partidos están encantados de que así sea
Uno de los efectos que están pervirtiendo a la sociedad es precisamente esa corrupción continuada en todo: el lenguaje, las instituciones, la historia, el sentido de la vida… Esa corrupción, como la descomposición biológica, tiende al desmembramiento, la ruptura, la desintegración del sentido de la razón y a dirigir a la sociedad. El rupturismo es generalizado, precisamente cimentado en la base de la sociedad que es justamente la familia, la principal damnificada de todo este desaguisado.
Precisamente, recientemente celebrado el día 24 de diciembre, Nochebuena, fecha que solo tiene sentido desde la religión cristiana -seas o no creyente, pues como todos sabemos es la conmemoración del nacimiento de Cristo-, la sociedad posmoderna ha roto ese espejo donde antaño se miraba. Frente a la unidad de Dios con los hombres, por ese vínculo carnal de verdadero Dios y verdadero Hombre, triunfa la disgregación de los corazones por una supuesta libertad y ciertos derechos individuales que depravan hasta la abolición de la sociedad.
Hablo del divorcio y de su extrema ley definitivamente rupturista del divorcio exprés. Otra de las bestialidades progres con la que inoculó a España la política de José Luis Rodríguez Zapatero. Una ley que ha sido incluida en el paisaje social como si se tratara de algo de naturaleza normal, algo sin importancia, porque un clavo saca a otro clavo. La relativización confunde lo que es normal con lo habitual. Otro fenómeno que viene a añadir gravedad a este problema, también rupturistas -diría más: destructivas-, como es la ley de violencia de género con la que Irene Montero sigue cavando la tumba social y por lo tanto de miles de personas. Hay que añadir a todo este despropósito progresista que todo el arco parlamentario aplaude -menos Vox-, lo que al menos produce pavor que solo un partido esté en contra de esta ley que culpabiliza a priori al hombre por simple hecho de serlo.
Frente a la unidad de Dios con los hombres, por ese vínculo carnal de verdadero Dios y verdadero Hombre, triunfa la disgregación de los corazones por una supuesta libertad y ciertos derechos individuales que depravan hasta la abolición de la sociedad
También el feminismo radical pudre el ambiente e influye directamente en las mujeres de toda edad, clase y condición. Un rodillo ideológico desde las noticias, las series, la publicidad, las modas, tertulias, debates y, por supuesto, apalancado desde lo legislativo con todo un Ministerio de Igualdad construido para todo lo contrario, con una partida multimillonaria de 500 millones para disponer en 2022 -¡prepárense!-. Pero tengan en cuenta que no sería necesario invertir en estructuras institucionales ni con esa cantidad de dinero, si el feminismo radical fuese algo que beneficiara al bien común, pero como es algo tan artificial como el plástico hay que imponerlo por ley apoyado por la propaganda mediática, que para eso están bien regados los medios de comunicación oficiales.
Quizá cada vez pasa menos inadvertido que de unas pocas décadas hasta aquí, algunas mujeres consideran que su actividad de madres de familia, esposas o amas de casa son un papel insuficiente, casi denigrante o irrelevante, porque la presión social, las noticias, las leyes y las otras mujeres, engreídas desde sus trabajos de oficina, fábrica, etc., les llevan a pensar que no son nada más que simples monigotes. A creerse que su vida no tiene o ha tenido valor, que se han convertido en mujeres de segunda clase porque decidieron un día vivir su realización personal de esa forma. Quienes han propiciado toda esta deconstrucción sabían bien lo que hacían: la ofuscación de su existencia, arrastrando con ellas lo que de verdad dependía de cada una de estas mujeres: la familia y todas sus consecuencias.
Podemos pensar, quizás demasiado facilonamente, que la victoria del laicismo, el progreso y la democracia son un éxito social. Sin embargo, no siempre el éxito en sí mismo es algo bueno. El éxito en muchas ocasiones puede ser precisamente el trampolín que nos impulse con fuerza ascendente para caer poco más tarde más abajo de donde salimos.
No sería necesario invertir en estructuras institucionales ni con esa cantidad de dinero, si el feminismo radical fuese algo que beneficiara al bien común, pero como es algo tan artificial como el plástico hay que imponerlo por ley apoyado por la propaganda mediática
Las clases medias han girado, han cambiado sus tradiciones, sus costumbres, sus creencias mayoritariamente cristianas, incluso clericales en algunas ocasiones, por una especie de modernismo impulsado desde las influencias de modas importadas de los Estados Unidos y, sin duda alguna, desde la televisión con sus ideologías adoctrinantes para las conciencias, hoy demolidas pero que antaño, ante la duda del bien y del mal, nos ayudaban a mantenernos en lo correcto.